Parquear: el verbo que mejor conjugamos los papás

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Vivimos con una rutina diaria tan ajetreada que cuando llegan los fines de semana queremos airearnos y tiramos de coche para alejarnos de la city y buscar un lugar donde oxigenarnos, pues bien, en mi caso, he tenido que ser madre para descubrir que en mi propia ciudad hay oasis de naturaleza maravillosos. Ya os lo comenté en el pasado post Del gris de la city al verde de la naturaleza a tiro de piedra , y seguramente os seguiré contando más experiencias, porque le estoy cogiendo gusto.

Aquí en Barcelona, mi ciudad, vivimos rodeados de montañas, de las que conocía básicamente dos: Montjuic por el antiguo parque de atracciones, castillo, jardines, palau olímpic y el Tibidabo por su parque de atracciones y templo de Gaudi, nunca había explorado más allá, y estoy descubriendo lugares sorprendentes.

Esta vez tocó el parque de la Oreneta, la primera vez que oí hablar de él fue en el cole con una mamá que explicaba a otra algo de un tren. Rápida y veloz me metí en google e investigué y el resultado fué una mañana de domingo increible, básicamente porque mi hijo se ha pasado la tarde diciéndome lo contento que estaba y lo bien que se lo había pasado, y eso para un niño de apenas 3 años que sólo habla cuando le apetece es algo que te da un subidón de felicidad por ver a tu hijo exultante.

Como os decía el parque de la Oreneta está en plena montaña, hay muchos caminos por los que pasear y perfectamente señalados para no perderte. Hay muchas zonas de juegos para niños, zona de pic-nic y bar (aunque no nos dió tiempo a encontrarlos) un palacete y lo más original, un trenecito como los antiguos trenes, con su estación, sus túneles, sus semáforos… que te hace un mini recorrido por una parte del parque y que a los niños les encanta…bueno, lo confieso, a los mayores también. Si con esto mi hijo salió alucinado no os cuento lo bien que se lo pasó montando en pony. No tengo muy claro si se reía más por el trayecto o porque no había forma de domar al dichoso bicho, que debía tener hambre porque no hacía más que ir hacia las ramas a ver que pillaba. El caso es que al pagar todo fue muy rápido porque cerraban y nos dieron el último ticket por los pelos, pensamos que el paseo por el parque lo haríamos con algún cuidador y una vez tuvimos el pony delante nos dieron las riendas y como si aquello fuera un coche de alquiler nos indicaron lo básico y nos dijeron: tenéis 15 minutos para dar una vuelta. A lo que yo dije: solos??? Madre mía, cómo somos los de ciudad! Pero al final el niño lo disfrutó y nosotros (sudando) llegamos sanos y salvos.

Tengais niños o no, os aconsejo estas salidas, desoxigenan cuerpo y mente y se empieza la semana con otro talante.

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